BAILARÍN DE LOS APUS

Hubo un tiempo atrás donde sentir la adrenalina de la creación en su pureza, nacimiento, o estado salvaje me sometía; de eso creo que ya ha pasado cierto tiempo, sin embargo siento algo nuevo interviniendo mi alma, mi cuerpo y mi mente. Se llama PASIÓN. Sí, así quiero llamarla.

Desde que me conozco, he sentido la pasión de diferentes formas a lo largo de mi, aún, corta vida; y por un tiempo aquel brillo efervescente se había opacado y mi pasión tardó en despertar, ya me estaba preocupando y casi me conformo con el ruido sordo de la rutina, pero despertó. Fueron aquellos sueños andinos, donde siempre estoy bailando con la tierra, los que me hicieron florecer de nuevo. Volvió el disfrute por el trabajo y el deseo de ofrendar mi talento. Danzar el milagro de la vida, estar presente, sintiendo, atravesando, en total libertad con plena convicción de quién soy y dónde estoy parada.

Y en esa nueva piel que me estoy haciendo, quiero además, pintar el sol en mi ombligo para siempre. Dibujar después la historia verdadera del amor, un amor que nace debajo de mi ombligo en ofrenda para mí. Un amor que me hace la total y única protagonista, sin complementos ni buscando mitades, aquellos son tonterías, estamos demasiado completas como para creer absurdos, somos tan perfectas como para creer que nos realizamos si somos profesionales, madres, esposas o mujeres. Nada de eso. Estamos

Y finalmente voy a volverme pájaro, seré el bailarín de los Apus, que lleva en el ombligo un sol tatuado con mil colores andinos. Quizá tenga los pies llenos de barro pues llevaré la historia de tantas y tantos que siguen cantando en las montañas, pero me quedaré con las risas y las fábulas y dibujaré los rostros en mi pecho para sentirme orgullosa de ser andina.

Mujercita de tierra serpentina.